martes, 1 de abril de 2014

Melmoth el errabundo



Una extensa obra escrita por Charles Maturin que intentaba relanzar el género de la novela gótica, que ya estaba prácticamente apagado en esta época en la que se encuentra la obra que presentamos. Es justo decir que, por ello, es una clara heredera de las novelas góticas que la preceden, ya no solo por la trama –que guarda sus similitudes, como no, con las archiconocidas novelas de El monje y Los elixires del diablo-, como por los escenarios en la que se enmarca, la forma de escribirlo o los sentimientos que poseen los personajes –algo exagerados, con una marcada pasión que ralla el patetismo, muy propio de este género-. 

El libro se encuentra articulado en innumerables capítulos, y el principio puede ser desconcertante para el lector, que es la aparición de una historia aparentemente sin sentido, si algo nos han contado de la trama del libro, que versa sobre lo que hace una persona que ha vendido su alma al diablo, y que por ello esperamos un sinfín de aventuras desde el primer capítulo. Pero esta obra comienza in medias res, de tal forma que aparece uno de los personajes de la serie, de nombre Melmoth, que hereda de su tío una casa en la región de Irlanda. 
 


La estructura del libro no es muy convencional –o al menos no he visto muchos libros así-, mediante la conexión continua de relatos, protagonizados cada uno por unos personajes concretos, y en lugares específicos marcados, aunque todos ellos unidos por un mismo elemento y por ello se mencionan y relatan en el libro. El primero de los relatos es el llamado relato del español, contado por un español que reside temporalmente en la casa de aquel que le ha salvado la vida, Melmoth. La historia que cuenta el español en un principio no tiene nada de sentido para el lector –que espera fervientemente la aparición de ese llamado Melmoth el errabundo-, pasando las páginas y sin seguir viendo lo que uno mismo desea encontrar. El principio es una deliciosa, y también directa, crítica a la Iglesia –que ya nos encontramos en El monje o en Los elixires del diablo-, mostrando una sociedad monástica que puede llegar a ser cruel, manipuladora y capaz de hacer cualquier cosa con tal de conseguir sus objetivos. Cómo no, aparece también la Inquisición, elemento muy importante en esta época todavía, en la que se refleja los terrores que se realizaban entre sus muros. Es cierto que la historia del monasterio puede resultar pesada, lenta, que no avanza, pero a medida que avanza va adquiriendo más interés por la acción del protagonista, donde se muestra cómo ante la desesperación se toman medidas desesperadas. 

La estructura de la obra se complica cada vez más, pues dentro de esta historia del español se desarrolla una subhistoria, si podemos llamarlo así, que de nuevo se presenta como una historia totalmente inconexa de la que cuenta el español, pero también con ese elemento que es común a todo lo demás, y que por ello guarda cierta coherencia con el resto de la misma. Esto puede resultar muy lioso para el lector, incluso tedioso, pues no suele ser agradable la existencia de una historia dentro de una historia -un poco al estilo de las telenovelas o series de televisión-, pero que a la larga nos va enganchando; cuando ya te acostumbras a esta dinámica del libro, es cierto que disfrutas mucho más de la lectura, te sumerges en la piel de los personajes, y acabas maravillado por la trama, por lo que les pasa a los personajes. Hasta, al final de la historia y del libro, sientes compasión por el Errabundo, aunque no debas hacerlo por los males que ha causado. 
 
La historia del Español, más que la de Immalee, tiene su interés por la crítica que realiza a la vida monástica. Puede que muchos digan que no hay nada de crítica, que simplemente muestra el autor una historia abrupta entre los muros de un monasterio, con la presencia del Maligno como causante de todos sus males, debo decir que la crueldad que muestran los superiores de la comunidad, así como el intento frustrado de salir de sus garras y de la condenación a la vida del monje, es una crítica en toda regla contra la Iglesia. Al menos a mí, cada vez que evoco en mi mente esa historia de desesperación por alcanzar algo que te lo deniegan, sientes un odio irrefrenable por aquellos que se la niegan, por los monjes superiores -el abad sobre todo-, que un poco me recuerdan al personaje de Jorge de Burgos en El nombre de la rosa, un hombre terco que es cegado por sus ideas religiosas y obsesiones conque Satanás es el causante de todo, el mundo como un lugar de pecado y de condenación eterna, siendo la vida más monacal el único reducto para conseguir la salvación.
 
El final puede llegar a ser sorprendente, en el sentido de que uno no se espera el desenlace del mismo. Incluso, al menos me pasó a mí, el título de la obra puede engañar un poco al lector, hasta que no llega a la última página. Hasta el autor Honoré de Balzac, sintiendo compasión por el personaje del Errabundo, crea una historia resolutiva titulada Melmoth reconciliado, cuyo título nos indica que le destina un final más compasivo al personaje.

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