domingo, 19 de enero de 2014

La guerra de Troya. Parte 1





PRIMERA PARTE: LOS ANTECEDENTES DE LA GUERRA


Guión: Roy Thomas
Lápiz: Miguel Sepúlveda
Tinta: Jason Martin
Color: Arthur Fujiwara
Editorial: Panini cómics. Clásicos ilustrados Marvel




INTRODUCCIÓN: NOCIONES DE LA HISTORIA DE TROYA EN LA LITERATURA CLÁSICA

Si hay historias que pueden considerarse imperecederas, que, pase el tiempo que pase, sigue teniendo la misma fuerza y aceptación por el público, es sin duda la historia cantada por Homero sobre la Guerra de Troya. Enfrentamiento entre los aqueos –reinos micénicos que habitaban en Grecia hacia el S.XIII a.C.- y los troyanos –emplazados en el estrecho de Dardanelos, Asia Menor-. Que haya un Homero o varios, el momento de puesta en escrito de estos cantos, o si los hechos narrados son ciertos o no –todo englobado en la llamada cuestión homérica-, los dejaremos a un lado, porque si habláramos de ello se llenarían páginas y páginas sobre ello. 

En mi opinión, es una idea magnífica, a la par que peligrosa, realizar un cómic sobre una obra tan clásica como puede ser la historia de Troya: magnífica porque de esa forma se puede transmitir a más gente, hacerlo más accesible si cabe, y que la gente pueda leerlo y tener una idea de ello; sin embargo, hay que tener cuidado con lo que se lee, pues no todo tiene que ser cierto ni mucho menos –así pasó con la producción cinematográfica de Troya-, y es necesario mencionar los errores, o los detalles falsos, para evitar que las personas puedan creer que la guerra de Troya es así de verdad. Los tópicos son muchos, aquellos que han hecho esta obra tienen un conocimiento de ella, se percibe, pero hay ciertos aspectos que no son ciertos del todo, o es preciso comentar. 

Restos de las murallas de Troya. La Troya de Homero es el nivel VII A

Como bien explica en el principio, la Ilíada es, por así decirlo, la “base” de toda la historia, la que más se conoce, y a partir de la cual se fueron añadiendo cantos, se explicaban cosas sobre la guerra, antes y después de ella, como los nóstoi o cantos de aquellos que regresaban después de la guerra, o el mito de la manzana de oro, que es el antecedente más antiguo de la guerra –y que aparece en este cómic-. Pero la Ilíada solo relata algunos de los últimos días del décimo año de la guerra, comienza in medias res, sin contar lo anterior ni tampoco el final de la guerra –el famoso caballo no aparece, es un relato que se añadió posteriormente-. Por eso, en el prólogo se decidió –y con muy buen tino-, que se tomaban como referencia muchos otros relatos, aparte de la Ilíada, que se deben tener en mente a la hora de la lectura.


RESUMEN DE LOS ACONTECIMIENTOS


Es la explicación de por qué se produce la guerra de Troya, según el mito, donde los dioses intervienen a voluntad en la vida de los mortales, interactúan con ellos, y siempre buscan sus fines, sin importarles si causan el caos o no en la vida de los mortales. 

La historia se retrotrae muchísimos años atrás, hasta la boda de Peleo con Tetis, nereida, una de las cincuenta diosas de Nereo, diosa del mar. Según la mitología –que esboza un poco en el cómic-, Zeus pretendía casarse con ella, al igual que su hermano Posidón, pero según una predicción realizada por Temis, el hijo que naciera de ella sería superior a su padre. Estos dioses, horrorizados por ello, decidieron cesar en su empeño y Zeus, para protegerse de futuros rivales en el trono del Olimpo –como hizo él, que destronó a su padre Cronos, al igual que hizo este para destronar a su padre-, hizo que esta diosa se casara con Peleo, un noble micénico de Tesalia, para que su hijo fuera superior a los hombres pero no a los dioses. De esta unión nace Aquiles, que participará en la guerra de Troya. Pero la unión de esta boda con Troya no acaba ahí: todos los dioses fueron invitados, menos Eris, la diosa de la discordia; esta, claramente enfadada porque la rechazaran en una celebración en la que participaban todos los dioses, se presentó y envió una manzana que rezaba en su superficie “para la más bella”. 
Boda de Tetis y Peleo, el antecedente de la guerra de Troya

Tres diosas se disputaron aquella manzana: Hera, Atenea y Afrodita, respectivamente la diosa del matrimonio –hermana y esposa de Zeus-, diosa de la astucia guerrera e hija de Zeus -la única que nació de un dolor de cabeza, ya armada, después de que Zeus se tragara a Temis-, y Afrodita, divinidad del amor y de la belleza –y relacionada posteriormente con los troyanos en la figura de Eneas, hijo de Anquises y la diosa, que será el futuro fundador de los antecesores de los romanos-. Exigían un juez para el premio, y Zeus, que denegó serlo porque la ira de las perdedoras recaería sobre él, lo delegó en Paris, hijo de Príamo y Hécuba, reyes de Troya.

Las tres diosas, Hera, Atenea y Afrodita, de izquierda a derecha, disputándose la manzana de Eris

Aparecen ante Paris, que era en ese momento no un príncipe de Troya, sino un sencillo pastor de la región de Frigia. Sus padres lo abandonaron en el campo –lo menciona el cómic-porque, antes de su nacimiento, Hécuba tuvo una visión de que salía fuego de su vientre, donde se encontraba el niño, y tomándolo como la ruina de Troya, enviaron a Agelao que lo abandonara en el monte Ida, pero este se apiadó de él y decidió criarlo –en el cómic se esboza que lo enviaron directamente a que lo cuidara Agelao-. Creció como un pastor más, pero claramente destacó rápidamente sobre los demás, pues era un príncipe. Es en este momento, cuando aparecieron ante él las tres diosas, llevadas por Hermes, y le explicaron que tenía que decidir cuál de ellas era la más hermosa. Obviamente, las diosas no se quedaron calladas, sino que intentaron que la balanza se girara a su favor, proponiéndole todo tipo de dones: Hera le prometió riquezas, siendo el señor de toda Asia; Atenea le dispondría como el primer general de todos los ejércitos; y Afrodita le prometió matrimonio con la mujer más bella del mundo, Helena de Esparta, que había nacido de la unión de Zeus –transformado en cisne-, y Leda, siendo hermana de Clitemnestra –esposa de Agamenón-, y de Cástor y Pólux –los dioscuros-. 

Las promeas de las diosas a Paris

Es curioso añadir –no está en el cómic-, que Paris no fue el único en raptarla, sino que antes, cuando era más joven y ya era conocida por su belleza, fue raptada por Teseo y Pirítoo, que buscaban una mujer con la que casarse. El primero tomó a Helena, y el segundo quería como esposa a Perséfone, la mujer de Hades. Mientras estuvieron en el Inframundo, sus hermanos los Dioscuros la liberaron y la llevaron de nuevo a Esparta.

Volviendo a la historia que nos atañe, Paris decidió sin dudarlo a Afrodita como la más bella, mientras que las otras diosas, enfadadas por la decisión, no dudaron en planear una venganza sobre los troyanos y sobre Paris. Mencionan de forma muy breve la historia de Helena, de cómo acabó casándose con Menelao –hay muchas versiones, pero han escogido aquella en la que ella misma tuvo el poder de decidir quién sería su esposo- mientras que se obligó a los demás jurar que apoyarían al pretendiente elegido frente a futuras afrentas o disputas por Helena. 

Paris fue aceptado de nuevo en Troya, con todos los honores como príncipe que era, después de que sus padres lo reconocieran y lo aceptaran de nuevo a su lado. Afrodita, en sueños, le dice que hiciera un barco para partir a Esparta, donde se encontraba la mujer de sus sueños. Estando allí, Helena también se enamoró de él, por los influjos de Afrodita, y se la llevó a Troya, junto con otros regalos de su propio anfitrión. Menelao, cuando se enteró, usó el juramento que el padre de Helena, Tindáreo, les había hecho pactar a todos los pretendientes –convencidos por Odiseo, a cambio de recibir a Penélope como esposa-, y se reunieron para alzar las armas contra los troyanos por la afrenta. Aquí también se toma una de las muchas versiones del mito, en la que Odiseo era conocedor de su destino si iba a Troya, pero al final le convencieron de ello, pues era ya famoso por su astucia –que necesitarían para la guerra-, y Penélope, que no le agradaba nada que su marido se fuera, ya presagia la soledad que sufriría durante muchos años. 

Helena y Menelao. Alrededor todos los antiguos pretendientes

Finalmente, tenían que reclutar a Aquiles, pues según el sacerdote Calcas no podrían ganar sin él. Hijo de Tetis y Peleo, su madre inmortal quería que su hijo compartiera la inmortalidad como ella, por lo que lo sumergió en el río Estigia, agarrándolo por el talón –de ahí el dicho del talón de Aquiles que tanto empleamos-, siendo su único punto débil. Pero su madre, que conocía el destino de su hijo si iba a la guerra, por lo que lo envió disfrazado de mujer a la corte del rey Esciro, pero Odiseo el astuto supo hacer salir a Aquiles de su disfraz: lanzó una serie de regalos a las mujeres, y entre ellos una espada y un escudos, siendo solo aquella mujer que eligiera ese regalo Aquiles. Así se destapó su paradero, y le convencieron de partir a la guerra, de tal forma que, movido por los deseos de gloria y fama que prometía la guerra, partió con ellos. Reunió a sus guerreros, los mirmidones, un pueblo situado en Tesalia, siendo su rey Peleo, y por ello relacionados con Aquiles. 

El final de esta parte se muestra una afrenta que realiza Agamenón a la diosa Artemisa, diciendo que es mejor que ella cazando –Artemisa es la diosa virgen de la caza-, por lo que la diosa, enfadada por ello, impide que sus barcos zarpen hacia Troya. Calcas el sacerdote dice que solo pueden partir si Agamenón hace un sacrificio propicio para aplacar la ira de la diosa: tiene que sacrificar a su propia hija, Ifigenia, si quiere ir a la guerra.

Afrenta de Agamenón hacia Artemisa -a la derecha-.


ANÁLISIS DE ASPECTOS GENERALES

Hay que mencionar la mezcla que hacen en esta parte de los diferentes relatos que giran en torno de la historia de Troya, donde su caída ya se puede atisbar desde las mismas bodas de Tetis y Peleo, siendo muy del gusto griego predecir la desgracia de alguien o algo desde su mismo nacimiento –por la idea de que el destino es inexorable, por mucho que hagas no puedes evitarlo, solo retrasarlo-. Por ello, parece que no tiene nada que ver las bodas de la diosa, el juicio de la manzana, o por qué Aquiles se disfraza de mujer; todo en realidad tiene una finalidad muy clara, se sabe ya el final y el desencadenamiento de los acontecimientos, por lo que todo acaba hilándose a la perfección. Se debe pensar en los aedos, como los juglares de la Edad Media, que a través de una historia base, se van hilando otras, para rellenar la principal, tratando aspectos que no aparecen en esa base. Lo mismo pasa en la Ilíada y la historia de la guerra de Troya.

El tratamiento de los dioses es más que aceptable, pues el concepto de las divinidades como seres eternos –que no inmortales-, que se inmiscuyen en la vida de los mortales además de ser totalmente humanos: siente rencor e ira, como Atenea y Hera cuando pierden en la competición por “la más bella”, los engaños que hacen para conseguir sus fines, los castigos que imponen a los hombres por hacerles burla o creerse mejores que ellos –en el caso de Agamenón y Artemisa-, o los sueños, momento que los dioses toman para relatar lo que deben hacer los mortales para que el destino, de esa forma, se cumpla, o hagan lo que ellos quieran para sus propios fines. Es un concepto muy distinto al que hoy en día, quizá, podamos tener de la “divinidad”, pero que en la Antigua Grecia era así, y se plasma bastante bien. 

Es curiosa la forma en la que se plasma a Atenea, armada con lanza –el arma por antonomasia en el ejército griego-, así como una coraza plateada y un casco de tipo corintio con penacho. Un detalle que no se ha empleado en esta diosa, o que todas ellas tengas cabellos claros, incluso rubios, quizá como concepto de belleza en la actualidad pero no en la antigüedad: los griegos consideraban bárbaros aquellos que tenían los ojos y cabellos claros, pues ellos son un pueblo del Mediterráneo, lo normal era ser de cabellos y ojos oscuros; por eso, resulta chocante que los griegos pudieran concebir que sus dioses fueran como ellos consideraban a los bárbaros –todo aquel que no era griego-. La forma en la que se presenta Zeus, que me recuerda mucho al Zeus del God of War, como un hombre entrado ya en añor, por la luenga barba y el pelo blanquecino, con un bastón que está rematado con un águila, símbolo por excelencia de Zeus. Hermes es representado con el caduceo, las sandalias aladas y el casco también alado, un arquetipo de cómo es este dios, apareciendo así en muchísimas obras, tanto en escultura como en pintura. Debo señalar además la forma de representar a Eris –que casi me imaginaba así a Hécate, pero no a Eris-, como una especie de “bruja”, cubierta con un manto azulado, incluso aparentando ser algo mayor que los demás dioses, portando un báculo y con la manzana dorada. 

La aparición de los barcos ya como los trirremes de época posterior es un anacronismo que se repite a lo largo de esta primera parte, y hay que tener en cuenta que nos encontramos en la época micénica, no en la griega; los símbolos heráldicos, como la lambda que aparece en las velas o en los escudos de los soldados de Menelao son otro anacronismo: no es que existieran o no símbolos de este tipo, simplemente que no existían las letras griegas que hoy en día conocemos –usaban el lineal B como mucho-.

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